Y después de la iglesia, a tomar el vermut, no íbamos a estar sin tomar nada hasta la hora de comer. Como casi todo, Montse se encargó de contratarlo, y estupendo, y si no que se lo pregunten a los asistentes, las cañas corrían de aquí para allá, las tapas, una pasada. Pasamos un rato muy agradable y casi se puede decir que salimos comidos.
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